Señalar, pues, que la cuestión más importante en todo esto es la dignidad humana de la gente que habita por esos lares de la perifrontera Venezuela-Guyana. Más allá de la geografía física, la biogeografía, las impresionantes riquezas minerales y forestales que como elementos preciosos subyacen en los llamados accidentes geográficos. Cosa esta que al parecer es propia de la llamada del utilitarismo o el pragmatismo.
En ese sentido, afirman los historiadores Elías Pino Iturrieta y Pedro Enrique Calzadilla (1987) en su monumental tomo denominado "La mirada del otro", los viajeros extranjeros en la Venezuela del siglo XIX solían valorar más el paisaje y las riquezas del suelo y el subsuelo abundante en esas regiones inexploradas para construir el progreso de la nueva república que al ser humano. He allí un punto de inflexión.
Se diría, recordando también en esto al maestro de la canta criolla don Simón Díaz en una de sus famosas tonadas llamada "Qué vale más", ¿el ser humano o la riqueza material? ¿Qué manda al respecto la llamada ética social o el formalismo ético patentado en normativas internacionales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos?
En otras palabras, ¿qué ha pasado a lo interior de las entidades binacionales involucradas en el asunto de la Guayana Esequiba como Territorio en Reclamación? Esto es Venezuela y Guyana, ¿qué hacen con respecto a la atención de las necesidades fundamentales de la población allí asentada? ¿Son ellos súbditos de Su Majestad Británica o ciudadanos venezolanos?
La respuesta de ayer, como la de hoy, es sólo una: muy poco han hecho hacen, ¿es porque están amarrados o limitados al formalismo ético-jurídico o a los intereses pragmáticas de entidades privadas? En efecto, según el citado libro de Germán Carías (ob cit) Morajuana es un "Puerto de angustias, fondeado de miserias, la arcillosa ensenada de Morajuana, (es un) pedazo de tierra arrancada a la Guayana venezolana, (y) parece afrontar entre las aguas del Barina, hundida a flote sus ansias de libertad", (p. 15).
Antes había dicho que: "… en lo alto de la ensenada anegadiza, en límite con los caños del Delta Amacuro y las gargantas del Atlántico, resurge un pueblo entre penurias y necesidades inauditas", (ob cit), y sigue de esta guisa: "… A las puertas de las siete bodeguitas del pueblo asoman, hambrientos, niños indígenas, negros e hindúes", (ob cit., p. 16).
Hay más descripciones etnográficas, léase: "Al otro lado, al frente de la ensenada, un viejo ferry boat, el Lady Noricote que cruza el mar hasta el Barima una vez a la semana con pasajeros y alimentos enlatados en su ruta desde Georgetown, descarga cajas de cerveza canadiense, sopas concentradas y cigarrillos ingleses, telas estampadas en Londres", (ob cit., p. 16).
De lo que se lleva dicho hasta ahora se tiene que si bien las citas anteriores corresponden a un reportaje periodístico de 1982, de más de treinta años ya, es de suponer que esas variables y atributos de esa realidad han cambiado porque la gestión antrópica en la historia de la relación del hombre con el medio siempre es dinámica. Sin embargo, lo sorprendente es que dado que en esa área al menos desde 1966 los formalismos jurídicos la mantienen como una especie de Tierra Intermedia al modo de una novela de J. R. R. Tolkien, donde los habitantes u hobbit son humildes entes antropológicos etéreos, perdidos en la nada constituyendo una especie de subgénero humano que discurren en un drama particular en el tiempo y el espacio pero son invisibles o visibilizados, como diría el Profesor Lupa: "Misterios de la ciencia" (ficción).
Guayana, en tanto que "Territorio en Reclamación" ha sido tema de larga data y poco enseñado en el sistema escolar al menos desde 1970 a la actualidad, más de cuarenta años. Se ha mantenido estancado y en el área académica de ciencias sociales aparece siempre con sus rayas horizontales en el mapa de la patria pero la escuela venezolana ha creado poca consciencia sobre lo que América Bracho (2013) en su texto escolar "Venezuela y su gente. Ciencias Sociales, 5°, Nivel de Educación Primaria del Subsistema de Educación Básica, da en llamar "Cuando Venezuela quedó más chiquita" (P. 100).
Y así se puede observar en otros manuales a lo largo de la historia del sistema escolar contemporáneo, que gracias a los cuales tenemos cierta información sobre esa cuestión y toman consciencia de esa indefinición sólo algunas almas sensibles y se dedican a investigar esos asuntos, los demás permanecemos en la más oscura indiferencia, en este sentido una de las opciones es que desde la ética discursiva se considera como base de los acuerdos lo normado por el Derecho Internacional, en tanto que mediación apoyado en la ética formal y protocolizada en tratados reconocidos por las partes.
Ello daría lugar a un diálogo sustentado en verdades evidentes e históricamente demostradas documentalmente, en que sin negar la emocionalidad que suele generar el nacionalismo bien entendido predomine la racionalidad dialogante y que produzca acuerdos consensuados, aceptados y reconocidos como gananciosos por la comunidad, como se pudiera decir recordando las tesis de Junger Habermas y Enrique Dussel. ¿Cuánto tiempo más habrá que esperar? Es un asunto de cómo entendamos categorías fundamentales en el plano ético como la solidaridad, la justicia y la cosmovisión antropológica en el marco del Estado Nación, uno de cuyos principios es la integridad territorial.
Fuente:http://www.aporrea.org/actualidad/a212940.html en fecha:27-08-15.
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